domingo, 10 de julio de 2011

Solos en la inmensa playa

Antonio y Ursula tomados de la mano cruzaron la extensa playa de arena blanca, centelleante por el sol de las diez. La espuma permanecía instantes sobre la tierra después de retirada el agua de las olas. Eran ellos los únicos en la inmensa playa.

Antonio se deshizo de la ropa y quedó en pantaloneta, de cuadros escoceses rojos y verdes.  Ella desabrochó el jean y mirando a Antonio  con una sonrisa maliciosa,  lo fue deslizando hacia abajo ayudándose con movimientos sinuosos de su cuerpo. Al terminar cogió el pandero formado por la prenda con la punta del pie derecho y con una fuerte oscilación de la pierna hacia fuera lo puso sobre la cara de Antonio que sentado a un lado, con las piernas entrecruzadas, se había deleitado observando ese ritual de desvestida.

Quedó ella con una camiseta blanca, sin promoción alguna de marca comercial, que caía sobre el pequeño pantis negro del biquini. Ursula extendió la mano a Antonio invitándolo a que se levantara y la acompañara a meterse en el agua. Apenas entraban cuando una ola los cubrió envolviéndolos en un manto de espumas y arena. Cuando retornó la calma Antonio se quedó extasiado viendo a Ursula.

La tela mojada de la camiseta cubría los voluptuosos senos y transparentaba las rosetas de los pezones erectos de Ursula. Se acercaron, se abrazaron y besaron. Chapoteaban el agua echándosela encima el uno al otro. Gritaban y reían a carcajadas gozosas y se abrazaban de nuevo. Estaban radiantes; la vida, la arena, el sol y la playa eran sólo para ellos.

Detrás de la serranía, que entraba hasta el agua, apareció un bote grande con cuatro bogas que cruzaba en diagonal hacia mar adentro. La pareja vio pasar el bote y siguió en su jugueteo. Salieron del agua y se tiraron boca abajo sobre la arena, juntos los cuerpos. Antonio recorría con sus dedos las curvas de Ursula  mientras en susurros cantaba: “Yo quiero dibujarte, con mi boca…” y se acercaba y le daba repetidos besos en los hombros, la nuca y espalda de ella.

Estaba en esas, Antonio, cuando de pronto distinguió una sombra cerca de la orilla. Era el bote que se había devuelto y tres de los hombres de pies, con la mirada hacia donde ellos estaban, se disponían a saltar a tierra. Antonio tuvo un mal presentimiento y con inusitada destreza recogió la ropa y emprendió la carrera arrastrando consigo a Ursula que sin tener cabal idea de lo que ocurría daba zancadas para mantenerse al ritmo de él

El otro: Torre de papel 1947


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