El abordar es cuestión de proeza y habilidad para sostenerse en píe. No bien el pasajero ha alcanzado la plataforma cuando la buseta arranca con fuerza, y si no está bien agarrado termina estrellado de cabeza contra en vidrio trasero o la de alguno de los que van sentados en la última banca.
Por regla general quien aborda una buseta le toca entrar en la cadena de “pase el pasaje”. Lo normal aquí es que el pasajero después de acomodarse, si es que puede, empiece a hurgar en los bolsillos buscando el dinero, y si es mujer termina volteando el contenido del bolso sobre las piernas del vecino: salen los cepillos llenos de pelos, los paquetes de protectores, el desodorante, el celular y el cargador, ganchos y pinzas, etc. Cuando por fin encuentra el valor del pasaje, comienza el toque toque de hombros: “por favor pasa ahí… gracias”, y así la cadena hasta llegar al chofer. Cuando hay vueltos, vuelve y juega de regreso: “Vueltos del billete de diez…”.
Como de todo hay en el paraíso, conozco una señora que sólo sube a la buseta si le toca puesto detrás del chofer, le encanta ese lugar; dice que le fascina el papel de recaudadora de pasajes, pues así presta un servicio al prójimo.
Muchos de estos vehículos requieren que el pito suene permanentemente, además de una serie de modalidades de chiflidos y sonidos estridentes, para poder andar, pero eso es apenas parte del concierto obligatorio, veamos: casi todas llevan equipo de sonido, los parlantes están instalados en la parte trasera y como no es justo que el chofer se pierda el vallenato del momento, debe subir el volumen para que por encima del ruido y la distancia pueda escuchar adecuadamente. Eso significa que los pasajeros, y más los de los puestos de atrás, deban soportar estoicamente la estridencia.
A esto se agrega que el ayudante para indicar al conductor que debe detener el vehículo palmotea tres y cuatro veces la lata del techo: plat plat plat… Por supuesto nadie se queja, porque eso es ya parte integral de la cultura ciudadana.
A esto se agrega la sorpresiva entra en acción de un vendedor de caramelos en fantásticas promociones, todos tienen el mismo estilo y entonación, como formados en la misma escuela. En ocasiones son seguidos de raperos o cantantes, Son muy educados, después de saludar llamando la atención se excusan por la interrupción y la molestia que puedan causar.
Los conductores detienen las busetas en cualquier sitio para recoger pasajeros, no así cuando éstos tratan de quedarse. Si el pasajero desea bajarse en la próxima esquina, antes de pasar la calle, entonces debe encomendarse y rezar a todos los santos para que el semáforo esté en rojo, porque como esté en verde es inevitable que lo lleve hasta el otro lado de la calle, así le toque al pasajero devolverse y correr el riesgo innecesario de cruzar la calle.
Bueno, ya han dicho que tenemos la magia de tenerlo todo y si esto no fuera así, sería, definitivamente, muy aburrido viajar en buseta.