miércoles, 15 de julio de 2009

Querido Niño Dios


Se te hará raro que te escriba a estas alturas de la vida. Creo que la última vez que lo hice fue hace más de medio siglo, en las carticas impresas que nos daban en el almacén Lola. ¿Te acuerdas? Todo lo que hacíamos era escribir el nombre y marcar con una x en las casillas de los juguetes que queríamos de aguinaldo; por la noche, en la novena, las colocábamos a los pies de tu imagen en la iglesia.
Recuerdo que nunca, durante los años que te escribí, recibí los regalos que te pedía en la carta, siempre otros diferentes. Un día, después de la novena en la iglesia, descubrí el porqué. Un hermano franciscano, con la cabeza cubierta por la capucha, recogió las cartas, las llevó al patio y les prendió fuego. La candelada fue grande y el hermano nos vio. Al verse sorprendido nos dijo que quemaba las cartas porque así el humo llevaba más rápido al Niño Dios los mensajes con las listas de juguetes.
Eso era mentira. Pura mentira: Sabrá Dios por qué diablos este hermano no quería que el Niño Dios se enterara de los juguetes que queríamos; pues primero que todo el niño no nace sino hasta el 25, así que qué mensajes iba a recibir en las columnas de humo antes de nacer y segundo, en el humo se confunden las listas y se formaba todo un despelote de pedidos.
Ese hermano lo que debía hacer era guardar las cartas y entregárselas a la virgen para que se las leyera al niño cuando naciera.
Por eso, querido Niño Dios, no volví a escribirte. Hoy, aunque las cosas no han cambiado mucho y más bien casi todo el mundo miente, te escribo porque, independiente de lo que uno piense o quiera, esta es una época en que se revuelven sentimientos y afloran algunos que creíamos desterrados. Además, resulta más fácil y rápido por internet, pues como te darás cuenta los niños desde el vientre materno ya manejan el computador y tienen su propio correo para comunicarse con las mamás y los médicos: las ecogranet. Así que cuando nazcas sólo tienes que abrir en www.ninodios@cielonet.com y allí está mi carta.
Esta vez escribo no para pedir juguetes, pues aunque no siempre tuve los que quise, por las interferencia que anoté, sí tuve la fortuna de ser complacido, al menos en parte, en los caprichos y demandas de aquella vieja época.
Te escribo hoy en primer término para agradecerte por traer a mi madre hasta esta jornada, como bien sabes, en abril cumplió los 90 y en estos días está que no cabe de felicidad por la llegada de Samuel, su segundo bisnieto. En segundo, y a pesar de no haber sido un angelito, por las cosas que me has dado; como el mantenerme vigente hasta ahora. Eso, como dice el “Cheque” Linero, ya de por sí es mucha riqueza.
No me diste dinero, pero en cambio sí la fortuna de poseer aptitudes y cualidades que no se pueden adquirir con ninguna suma de dinero por grande que sea. Eso es muy bacano y te lo agradezco mucho, ¿sabes?
Te agradezco igualmente por la calidad de hermanos que tengo, todos ahí, luchando con y por la vida, pero bien; parte sin novedad. Gracias por eso, viejo man.
Por último, ñía, para terminar, sería bueno que convencieras a la gente, en especial a esa que lleva máscaras sobre máscaras, que la verdadera paz y el amor a la vida está dentro de nosotros y que la consigna diaria es: “No hagas a otro lo que no quieras que hagan contigo”.
Chao, pelaito, cuidade.
Diciembre 2008

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