domingo, 11 de noviembre de 2012

De tracción animal

       Cabrilla larga, traga peos, gasolina verde, gritaban los pelaos cuando pasaba un carro de mula.

El primer carro de éstos que recuerdo era una expresión de cosa bien hecha. Pintado de color amarillo crema, del que llamaban marfil. La estructura en madera con las piezas bien diseñadas y cortadas. De poca altura. Tenía en la parte delantera una caja para guardar cosas que servía de pescante. El resto eran divisiones en las que iban ordenados cantaros de leche.
Carro de mula*
Las ruedas de los carros de mula, en aquel tiempo en que  había pocas calles pavimentadas, eran grandes, de madera, radiadas y con un aro de hierro alrededor. Años más tarde, cuando la mayoría de las calles y carreras estuvieron cubiertas por el concreto y el hierro de las ruedas amenazaba con dañarlas, fueron remplazadas por llantas de caucho, desechadas de los automotores. Se perdió así el encanto clásico de esos carros.
Por lo general la carrocería estaba formada por un mesón, algunos con posibilidad de ser volcados para vaciar el material transportado, y provisto de soportes laterales. Los carros de mula se quedaron en un periodo de transición y rodando sobre llantas prestadas de automóvil continúan prestando el servicio de transporte de carga en una ciudad que igual se disuelve en una extraña transición histórica. En otras ciudades también ruedan por algunos sitios.
En  carnavales, en la batalla de flores, los carros de mula hacían presencia importante. Engalanados con palmas y festones multicolores, y las mulas o burros ataviados con sombreros y guirnaldas, desfilaban en caravana con la alegría del palmoteo de manos y el sonido de tamboras.
Muchos disfraces de grupos preferían moverse en este medio que en camiones o andar el circuito a pié. El carro de mula fue y aún es un elemento importante en los carnavales de Santa Marta. Pero además era utilizado, aun fuera de temporada de carnaval, como expresión de algo simbólico por algunos grupos de jóvenes y mayores, para después de una noche de fiesta dar en la madrugada el paseo circunvalar por la ciudad.
Con tambora a bordo y tomando licor, hasta de pronto ron con tinto, en medio de nubes de maizena recorrían la avenida Campo Serrano, la calle Cangrejalito, el Paseo Bastidas y la calle Santa Rita, hasta cuando el Sol rompía el encanto del amanecer y el entusiasmo se convertía en guayabo. Ese paseo era como la vuelta olímpica en un estadio de fútbol para los parranderos amanecidos.
Un cuadro de felicidad pude apreciar en diciembre pasado. Vi pasar  un carro de mula en el que se transportaban el señor, la señora, dos niños y un perro flaco. Uno de los niños llevaba las riendas, el perro ladraba y movía la cola y todos risueños y contentos, mientras el carro avanzaba a la velocidad del trote de la mula, festejaban algo.
 * Fotografia tomada de: capturées+2003‑1‑2+00004.JPG  Santa Marta  la magia de tenerlo todo

1 comentario:

  1. Joaco:
    Olvidaste el famoso "motor de carne" que.., junto a los demas apelativos que relacionas en tu estupendo comentario..., también le gritábamos a los conductores de éstos carromatos de tracción animal para sacarles la piedra. Tu relato corresponde..., como todos los demás que escribes.., a una fiel copia de lo que era esa añorada Santa Marta de nuestra infancia. Tus relatos y añoranzas nos hacen retornar a un agradable pasado de nuestras vidas.
    Atte: Roger Capmartin Retat

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