El primer
carro de éstos que recuerdo era una expresión de cosa bien hecha. Pintado de
color amarillo crema, del que llamaban marfil. La estructura en madera con las
piezas bien diseñadas y cortadas. De poca altura. Tenía en la parte delantera
una caja para guardar cosas que servía de pescante. El resto eran divisiones en
las que iban ordenados cantaros de leche.
Carro de mula* |
Las
ruedas de los carros de mula, en aquel tiempo en que había pocas calles pavimentadas, eran
grandes, de madera, radiadas y con un aro de hierro alrededor. Años más tarde,
cuando la mayoría de las calles y carreras estuvieron cubiertas por el concreto
y el hierro de las ruedas amenazaba con dañarlas, fueron remplazadas por
llantas de caucho, desechadas de los automotores. Se perdió así el encanto
clásico de esos carros.
Por lo
general la carrocería estaba formada por un mesón, algunos con posibilidad de
ser volcados para vaciar el material transportado, y provisto de soportes
laterales. Los carros de mula se quedaron en un periodo de transición y rodando
sobre llantas prestadas de automóvil continúan prestando el servicio de
transporte de carga en una ciudad que igual se disuelve en una extraña
transición histórica. En otras ciudades también ruedan por algunos sitios.
En carnavales, en la batalla de flores, los
carros de mula hacían presencia importante. Engalanados con palmas y festones
multicolores, y las mulas o burros ataviados con sombreros y guirnaldas,
desfilaban en caravana con la alegría del palmoteo de manos y el sonido de
tamboras.
Muchos
disfraces de grupos preferían moverse en este medio que en camiones o andar el
circuito a pié. El carro de mula fue y aún es un elemento importante en los
carnavales de Santa Marta. Pero además era utilizado, aun fuera de temporada de
carnaval, como expresión de algo simbólico por algunos grupos de jóvenes y
mayores, para después de una noche de fiesta dar en la madrugada el paseo circunvalar
por la ciudad.
Con
tambora a bordo y tomando licor, hasta de pronto ron con tinto, en medio de
nubes de maizena recorrían la avenida Campo Serrano, la calle Cangrejalito, el
Paseo Bastidas y la calle Santa Rita, hasta cuando el Sol rompía el encanto del
amanecer y el entusiasmo se convertía en guayabo. Ese paseo era como la vuelta
olímpica en un estadio de fútbol para los parranderos amanecidos.
Un cuadro
de felicidad pude apreciar en diciembre pasado. Vi pasar un carro de mula en el que se transportaban
el señor, la señora, dos niños y un perro flaco. Uno de los niños llevaba las
riendas, el perro ladraba y movía la cola y todos risueños y contentos,
mientras el carro avanzaba a la velocidad del trote de la mula, festejaban
algo.
* Fotografia tomada de: capturées+2003‑1‑2+00004.JPG Santa Marta la magia de tenerlo todo
Joaco:
ResponderEliminarOlvidaste el famoso "motor de carne" que.., junto a los demas apelativos que relacionas en tu estupendo comentario..., también le gritábamos a los conductores de éstos carromatos de tracción animal para sacarles la piedra. Tu relato corresponde..., como todos los demás que escribes.., a una fiel copia de lo que era esa añorada Santa Marta de nuestra infancia. Tus relatos y añoranzas nos hacen retornar a un agradable pasado de nuestras vidas.
Atte: Roger Capmartin Retat