sábado, 24 de octubre de 2009

Mar de leva


El comentario corría por toda la ciudad como la brisa: “El mar está pircado”. Los pelaos, emocionados, hacían preparativos para el encuentro en la playa.

La mañana, pese al fuerte sol, tomaba una connotación brumosa por las partículas de agua dispersas en el aire. Las olas encrespadas alcanzaban más de diez metros. Unas reventaban con fuerza sobre la arena salpicando espuma y otras, en cambio, se deslizaban suavemente entrando más allá de lo acostumbrado en la playa.

Bien temprano empezaban a llegar los pelaos. Venían en vestidos de baño, pantalonetas o “mochos”, descalzos y si acaso con camisetas, pues llevar más prendas era correr el riesgo de perderlas y, además, los ánimos no estaban en esos momentos para cuidar ropa.

Las olas en la bahía de Santa Marta se forman próximas a la orilla, contrario a lo que sucede en otras playas que desde bien adentro ya vienen arqueadas y con las crestas espumosas. Por eso no son aptas para practicar el surf (deslizarse de pie sobre las olas en una tabla).

Para bañarse en el mar de leva sin riesgo de tragar agua, había que conocer las maneras de enfrentar el oleaje. Así, cuando la ola venía alta pero aún no había formado la cresta, se saltaba para subir con ella; si ya traía la cresta formada y estaba próxima a reventar había que agacharse y dejar que pasara por encima o clavarse en la curvatura.

No guardar alguna de estas recomendaciones era exponerse a ser arrastrado envuelto en un remolino de agua y arena, con pérdida del sentido de orientación; esto es, sin distinguir dónde es arriba y dónde abajo y tragar buenos buchados de agua.

Las victimas de esas revolcadas terminaban arrojados como Jonás sobre la arena, se levantaban acezantes y turulatos como zombis, con los ojos desorbitados. ¡Tremendo susto!

Toda la playa era un espectáculo que gozaban tanto bañistas como observadores. En el malecón, al final de la calle Santa Rita, el reventar de las olas formaba diversas figuras con la espuma que ascendía impulsada por la fuerza del choque. Muchos muchachos utilizaban el tajamar como trampolín para lanzarse al agua, haciendo figuras acrobáticas con el cuerpo antes de chocar con la ola.

Por las noches, las figuras que hacía la espuma al esparcirse en el aire resaltaban sobre el fondo oscuro del firmamento, haciendo el espectáculo más fascinante y atractivo.

Cada vez que pasaba por ese sector, del malecón o tajamar de la calle Santa Rita, se encendían en mi mente los recuerdos de aquellos años en que nos gozábamos el mar de leva. En estos días, al pasar por allí me sorprendí, pues no se puede ver el mar ni las olas ni el horizonte ni El Morro: lo impide una valla metálica que delinea el bordillo del rompeolas.

3 comentarios:

  1. los paisajes cambian...para volver a mostrar lo mismo de siempre con nuevas máscaras...

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  2. JULIO CESAR SCHILLER ORTEGA27 de octubre de 2009, 16:20

    Apreciado "Joaco", gran alegría me da encontrar tu correo. Los amigos de la infancia, son mas que eso, son nuestros hermanos del alma, de la infancia que no volvera y del otoño para recordar. "El mar picao", el tajamar, el Ancon, Punta Betín y tantos recuerdos que se me arremolinan en mi mente. !Que bellos momentos, que bellos tiempos!
    Ojala, algun día nuestra amada tierra, encuentre dolientes que la quieran y la respeten. Samarios de verdad y no de apellidos o mezquinos intereses personales. Ojala logre ser lo que ha sido y sera siempre: "ciudad dos veces santa".

    Un abrazo bien fuerte y sigue adelante !buen samario!.

    Julio César.

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  3. QUERIDO PADRE, EL LEER ESTOS BELLOS RECUERDOS, EVOQUE A LOS MIOS Y DESCUBRI UNA SERIE QUE DABAN CUANDO ADOLECENTE, SE LLAMABA LOS AÑOS MARAVILLOSOS, LOS CUALES NO VOLVERAN SOLO EN NUESTROS RECUERDOS, Y QUE VIVIMOS CUANDO SANTA MARTA ERA LA TIERRA DE LOS COSTEÑOS.

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