miércoles, 1 de septiembre de 2010

Empaque y despedida

Me encontré con doña Lina Moreno de Uribe, hace unos días, en las páginas de la revista Diners de agosto. Había escrito gozándose a todo sentir sobre lo mismo que a mí me angustiaba hace ya varios años: preparar el trasteo.

En lo corrido de mi existencia debí trastearme por lo menos una decena de veces, la mayoría entre ciudades. La noticia llegaba con muy poca anticipación, por lo que las cosas había que hacerlas rápido-rápido. Lo primero que debíamos hacer era conseguir cajas, tantas que, además de empacar lo propio de uso doméstico, alcanzaran para los libros.

El tiempo no daba margen para seleccionar entre lo útil y lo inservible, de modo que todo se iba, incrementando así el inventario de chécheres que algún día habrá que botar.

Doña Lina empieza por hacer el inventario. Asocia cada cosa con el recuerdo cubierto por la nostalgia y la alegría de lo que fue, que agrada y perdura. Son muchas las que arrastran la identidad del lugar donde las hubo, que al momento de empacarlas obligan a una pausa y tras un suspiro hacer el recorrido mental de aquel lugar y de sus gentes.

Es tal el encanto que transfieren esas cosas y el agradecimiento que guarda de ellas, que resuelve no abrir el cuarto de atrás, donde guarda los chécheres que hay que mandar a arreglar o botar, y que se guardan mientras siempre en el llamado cuarto de san Alejo. Que chévere me parece esta despedida de quien fue primera dama del país durante ocho años. Qué sencillez y qué profundidad de pensamientos esos de doña Lina. Es su cariño que se despide.

Pero todas esas cosas quedan como aquella mujer parada debajo del alero de un rancho, vista, al pasar el tren, por un viajero asomado por la ventanilla. Sólo en ese momento existió esa mujer para él; lo cual con un leve retraso o adelanto del tren no hubiera ocurrido. Igual si a la mujer la hubiera llamado alguien de adentro del rancho, momentos previos al paso del tren.

Esa mujer de un instante no tendrá jamás conciencia de la existencia de ese pasajero en la ventanilla, pues a diario sale del rancho y espera que pase el tren, sólo por verlo pasar o por el goce que ello le produce. Todos los pasajeros son indiferentes para ella, desconocidos.

Ella sólo ve la locomotora que corre veloz arrastrando esos vagones cargados de gentes, las que hoy van no vuelven a pasar, y si lo hacen, ella no guarda registro de esas caras en sus recuerdos. Se asoma a ver pasar el tren como por la madrugada sale a escuchar el trino de los pájaros y por la tarde para apreciar los colores del crepúsculo.

Todo esto existió para quienes leyeron la novela. Quienes no lo hicieron no tienen por qué recordarlo, además, porque tampoco existió. Así como la preparación del trasteo de doña Lina, que de eso supimos quienes lo leímos en la revista. Sólo son espacios recreados por las letras.

3 comentarios:

  1. Hola Joaco, me gustan tus escritos. Este está lleno de nostalgia, ver como fantasmas los recuerdos frente a nosotros dejando un lugar que fue como una matriz por la que estuvimos mucho tiempo. Debe ser un desprendimiento y un sentir único en la vida.

    Qué sensaciones las que produce este texto.

    Seguiré por aquí, te agregaré a mi lista de blogs en mis Bordes añadidos.

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  2. Joaco.
    Muy buena tu crónica, sobre todo porque yo ando en eso. Mañana me trasteo, cambio de apartamento, y si vieras el poco de cajas, de libros. Me han aparecido cosas que daba por perdidas, otras ya no me aparecen a pesar de que las vi ayer. Y tengo la nostalgia de botar y regalar cosas porque en el nuevo apartamento, que es más pequeño, no me caben. Regreso a un apartamento de un metraje igual al que tuve hace quince años. Es que en la vida uno da la vuelta. Termina en donde comenzó.Un abrazo, O.A.

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  3. Hola O:
    En Selecciones apareció hace años una crónica sobre la vivienda y la pareja. Recien casados buscan un apartamentico de una alcoba, al año, con la mujer embarazada cambian a un de dos alcoba para luego pensar en la casa con mayor amplitud. Cuando los hijos estan para casarse, algunos piensan en que las nuevas familias vivan con ellos y compran una casa tipo manción, pero como las cosas no resultan, empiezan a recogerse hasta quedar de nuevo en un apartamentico; si no es que se da el caso de quedar recluidos en una habitación de asilo.
    Yo no ando de trasteo, pero si estoy saliendo de libros, y a ojo cerrado los meto en cajas y se los llevo a un señor que vive de vender libros viejos, regalados porque me dice que ese tipo de libros ya no quienen comprarlos.
    Cordial Saludo.

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