jueves, 29 de noviembre de 2012

Hielo y petróleo

El Campanilleo anunciaba la aproximación del pequeño carro tanque de dos ruedas de caucho, movido por la tracción de un burro, que traía el gas o petróleo y que después llamaron querosén. La parte delantera de la carrocería estaba provista de techo para proteger al conductor del sol y de la lluvia, y la trasera de un tanque cilíndrico grande con una llave en la parte baja de la tapa posterior. En estos carros vendían a domicilio el combustible para las lámparas y en especial para las estufas de la época. (50 – 60

La más afamada estufa de ese entonces era la Perfectión, distribuida por el almacén Solano Hnos. A un lado de estas estufas salía un tubo con un dispensador sobre el cual se colocaba un botellón de vidrio que contenía el gas-oil.

En muchas casas de aquella Santa Marta se cocinaba con carbón o leña. Los burros cargados con bultos de estos combustibles circulaban por calles y carreras, llevados de cabestro por el vendedor quien pregonaba sus ofertas.

Al lado de la estación de energía eléctrica El Pueblito funcionaba la fábrica de hielo, ésta tenía un depósito en la calle de la Acequia entre carrera quinta y sexta, allí se agolpaba a diario la flota de carritos amarillos que distribuían el hielo por toda la ciudad.

Eran carros jalonados por burros o mulas, que tenían sobre la carrocería un cajón pintado de amarillo con la palabra hielo a cada lado. En la parte trasera tenía una compuerta deslizable hacia arriba por donde con la ayuda de unos garfios en forma de tijeras, el conductor y vendedor jalaba el bloque de hielo, que cortaba con precisión piqueteándolo con un punzón.

No habían llegado los refrigeradores aún. Las tiendas tenían unos cajones grandes de madera, como baúles, donde echaban hielo picado para enfriar las bebidas embotelladas. En las casas donde no había nevera compraban pedazos de hielo para mantener agua fría durante el día.

Los carros de tracción animal que se ven en el interior del país tienen cuatro llantas, lo cual hace más ligera la carga y menos fatigoso el esfuerzo para el animal. En los últimos tiempos esta clase de carros se ven circular en la ciudad. Muchos de ellos utilizados para vender frutas y verduras, voceando las ofertas con la ayuda del sonido estridente de un megáfono.

En varias ocasiones he visto en plana calle  una mula o un burro derribado de agotamiento por el exceso de carga. Sin exagerar, en esos momentos el animal tiene la mirada de una persona desesperanzada, pidiendo clemencia al casi siempre molesto conductor que a patadas y madrazos pretende que el agobiado cuadrúpedo se levante. Con los carros de cuatro ruedas ese problema ha disminuido, y muchas veces se ve pasar una carro de esos con el burro o la mula al trote, con expresión de sonrisa y mascando chicle


domingo, 11 de noviembre de 2012

De tracción animal

       Cabrilla larga, traga peos, gasolina verde, gritaban los pelaos cuando pasaba un carro de mula.

El primer carro de éstos que recuerdo era una expresión de cosa bien hecha. Pintado de color amarillo crema, del que llamaban marfil. La estructura en madera con las piezas bien diseñadas y cortadas. De poca altura. Tenía en la parte delantera una caja para guardar cosas que servía de pescante. El resto eran divisiones en las que iban ordenados cantaros de leche.
Carro de mula*
Las ruedas de los carros de mula, en aquel tiempo en que  había pocas calles pavimentadas, eran grandes, de madera, radiadas y con un aro de hierro alrededor. Años más tarde, cuando la mayoría de las calles y carreras estuvieron cubiertas por el concreto y el hierro de las ruedas amenazaba con dañarlas, fueron remplazadas por llantas de caucho, desechadas de los automotores. Se perdió así el encanto clásico de esos carros.
Por lo general la carrocería estaba formada por un mesón, algunos con posibilidad de ser volcados para vaciar el material transportado, y provisto de soportes laterales. Los carros de mula se quedaron en un periodo de transición y rodando sobre llantas prestadas de automóvil continúan prestando el servicio de transporte de carga en una ciudad que igual se disuelve en una extraña transición histórica. En otras ciudades también ruedan por algunos sitios.
En  carnavales, en la batalla de flores, los carros de mula hacían presencia importante. Engalanados con palmas y festones multicolores, y las mulas o burros ataviados con sombreros y guirnaldas, desfilaban en caravana con la alegría del palmoteo de manos y el sonido de tamboras.
Muchos disfraces de grupos preferían moverse en este medio que en camiones o andar el circuito a pié. El carro de mula fue y aún es un elemento importante en los carnavales de Santa Marta. Pero además era utilizado, aun fuera de temporada de carnaval, como expresión de algo simbólico por algunos grupos de jóvenes y mayores, para después de una noche de fiesta dar en la madrugada el paseo circunvalar por la ciudad.
Con tambora a bordo y tomando licor, hasta de pronto ron con tinto, en medio de nubes de maizena recorrían la avenida Campo Serrano, la calle Cangrejalito, el Paseo Bastidas y la calle Santa Rita, hasta cuando el Sol rompía el encanto del amanecer y el entusiasmo se convertía en guayabo. Ese paseo era como la vuelta olímpica en un estadio de fútbol para los parranderos amanecidos.
Un cuadro de felicidad pude apreciar en diciembre pasado. Vi pasar  un carro de mula en el que se transportaban el señor, la señora, dos niños y un perro flaco. Uno de los niños llevaba las riendas, el perro ladraba y movía la cola y todos risueños y contentos, mientras el carro avanzaba a la velocidad del trote de la mula, festejaban algo.
 * Fotografia tomada de: capturées+2003‑1‑2+00004.JPG  Santa Marta  la magia de tenerlo todo