lunes, 18 de julio de 2011

Fue una dolorosa huida

Si claro, nos perdimos ese día de pasar un agradable rato en la arena, y también entre olas, pero solos y viendo que esos cuatro bogas se nos venían encima o de pronto era sólo paranoia nuestra o mía. De todos modos en un sitio tan extenso y solo, completamente solo, corríamos el riesgo de ser atacados y hasta quién sabe que otras barbaridades más. Y las intenciones de ellos eran claras, muy claras; al menos eso parecía.

Corrimos sobre esa arena caliente y los pies terminaron por ampollarse. Algunas ampollas se reventaron y la piel de las plantas  lacerada por el roce con la arena y las piedras sangraba. El ardor era insoportable. Ella lloraba y durante un largo trecho la llevé en brazos, parecía una nenita. Habíamos salido de la arena pero el asfalto estaba caliente y blando. No teníamos calzado, lo habíamos dejado en la playa al salir corriendo.

A la sombra de un trupillo nos tiramos al suelo y allí, recostados al árbol, logramos descansar. Ursula alcanzó a dormir, hasta roncó. Yo velé su sueño por largo rato hasta cuando un taxista se detuvo y se ofreció a llevarnos. 

Había dicho Antonio, días después, cuando nos encontramos en el Café Bucaramanga

domingo, 10 de julio de 2011

Solos en la inmensa playa

Antonio y Ursula tomados de la mano cruzaron la extensa playa de arena blanca, centelleante por el sol de las diez. La espuma permanecía instantes sobre la tierra después de retirada el agua de las olas. Eran ellos los únicos en la inmensa playa.

Antonio se deshizo de la ropa y quedó en pantaloneta, de cuadros escoceses rojos y verdes.  Ella desabrochó el jean y mirando a Antonio  con una sonrisa maliciosa,  lo fue deslizando hacia abajo ayudándose con movimientos sinuosos de su cuerpo. Al terminar cogió el pandero formado por la prenda con la punta del pie derecho y con una fuerte oscilación de la pierna hacia fuera lo puso sobre la cara de Antonio que sentado a un lado, con las piernas entrecruzadas, se había deleitado observando ese ritual de desvestida.

Quedó ella con una camiseta blanca, sin promoción alguna de marca comercial, que caía sobre el pequeño pantis negro del biquini. Ursula extendió la mano a Antonio invitándolo a que se levantara y la acompañara a meterse en el agua. Apenas entraban cuando una ola los cubrió envolviéndolos en un manto de espumas y arena. Cuando retornó la calma Antonio se quedó extasiado viendo a Ursula.

La tela mojada de la camiseta cubría los voluptuosos senos y transparentaba las rosetas de los pezones erectos de Ursula. Se acercaron, se abrazaron y besaron. Chapoteaban el agua echándosela encima el uno al otro. Gritaban y reían a carcajadas gozosas y se abrazaban de nuevo. Estaban radiantes; la vida, la arena, el sol y la playa eran sólo para ellos.

Detrás de la serranía, que entraba hasta el agua, apareció un bote grande con cuatro bogas que cruzaba en diagonal hacia mar adentro. La pareja vio pasar el bote y siguió en su jugueteo. Salieron del agua y se tiraron boca abajo sobre la arena, juntos los cuerpos. Antonio recorría con sus dedos las curvas de Ursula  mientras en susurros cantaba: “Yo quiero dibujarte, con mi boca…” y se acercaba y le daba repetidos besos en los hombros, la nuca y espalda de ella.

Estaba en esas, Antonio, cuando de pronto distinguió una sombra cerca de la orilla. Era el bote que se había devuelto y tres de los hombres de pies, con la mirada hacia donde ellos estaban, se disponían a saltar a tierra. Antonio tuvo un mal presentimiento y con inusitada destreza recogió la ropa y emprendió la carrera arrastrando consigo a Ursula que sin tener cabal idea de lo que ocurría daba zancadas para mantenerse al ritmo de él

El otro: Torre de papel 1947


martes, 5 de julio de 2011

Entre ella y la botella

Ursula cayó rendida a los pies de Antonio. Había dado vueltas y vueltas impulsada por el sonido de un saxo romántico: Bob Fleming, tal vez. Trigueña, de pelo largo y ceñido al cráneo que se extendía por la espalda en una larga cola. Cubierta por una amplia túnica blanca que traslucía el rojo encendido de sus diminutas bragas, danzaba en medio del salón. Giraba sobre sus pies y su vestido formaba ondas como volutas de humo que dejaban al descubierto las piernas hasta el origen.

Desde el piso se arrastró hasta alcanzar el cuarto escalón y quedar sentada al lado de Antonio. Acezante pidió un trago. La botella de ron estaba entre los dos. Frente a ellos Sebastián, acompañante de Ursula, con otros del grupo reían y fumaban sin hacer caso a la pareja sentada en la escalera.

Antonio sirvió dos tragos. Su brazo derecho rodeó a Ursula por la nuca y le acercó la copa a los labios. Ella, asiéndole la mano, la empinó echando la cabeza hacia atrás. Ahora sonaba música de flauta con fondo de tambores.

Antonio y Ursula continuaron sentados en el cuarto peldaño de la escalera entrecruzando miradas y apurando cargados tragos de ron. En esas se acercó Sebastián solicitando que por favor le sirvieran dos tragos. Antonio tomó la botella y dos copas; las sirvió a menos de la mitad. “Poquito, pa´ que rinda”, dijo Antonio.  Sebastián, con los ojos bien abiertos, se quedó mirándole la cara y respondió: “Nojoda, pero si la botella es mía”.

Antonio se puso de pies. Con la mano izquierda tomó la botella y, estirando el brazo, se la entregó a Sebastián sin pronunciar palabra. Dio media vuelta y con la misma mano asió el brazo derecho de Ursula y con pasos firmes y rápidos se fueron escaleras arriba.

Otro día de 2011

domingo, 3 de julio de 2011

De qué hacer

Ahí está, un lienzo libre de pintura
limpio que ni una mancha.
La hoja de papel en blanco
flamea con el viento
y refleja la luz solar.
Algarete bodegones, paisajes
pájaros y rostros.
El verso de algún poema
la frase de una prosa.
Todo ahí en ebullición
El ego inflamado tabicó la salida
Que no salgan, y qué
Ya se los han gozado
Ya los he vivido
Es momento de asentarse, al fin.
Después de 63 que va con el ayer.
Es el hoy, el ahora y ahí están
el lienzo libre y la hoja en blanco
para empezar o continuar.

11 de junio de 2011

Otro Blog: Torre de papel 1947

tres notas

Pa que respete

Giró un poco hacia la izquierda,
tomó impulso y con el dorso de la mano derecha
le puso una sonora gaznatada.
"A mi me respeta, so pendejo. Yo vine aquí
a comprar no a que un insolente como
usted me falte al respeto", dijo ella y se marchó.

11 de junio de 2011


Soledad

Hay personas que buscan estar solas y cuando ya están solas se sienten abandonadas

28 de mayo de 2011


El silencio

Me agrada mucho deleitarme en la capacidad de la palabra, pero me complace aún más saborear las posibilidades de mi silencio

Algún día de 1990

Yo sólo quería tocarte

¿Soy acaso un piano o algún otro instrumento
para que me estés tocando por todas partes?
Efectivamente, eres como un delicado violín
con sus cuatro cuerdas bien templadas y afinadas
con las que eres capaz de emitir los sonidos más bellos
que jamás escuchara el Universo.
Mi mejilla reposada sobre tu vientre
mientras mis dedos te pulsan una y otra vez
en un sonoro pizzicato.
Y de nuevo al rozarte con el arco suspiras y exclamas
en la más alta octava, todo el desfogue de tu pasión.

Joaquín Antonio