domingo, 12 de septiembre de 2010

A propósito de trasteos...

Hablando de trasteos y despedidas, nos ha tocado por problemas de orden técnico, hacer maletas e irnos para otra parte. A partir de ahora nos encuentra en wordpress en el nuevo blog TORRE DE PAPEL 1947. Damos gracias a Bloguer por los servicios prestados, sin que esta mudanza signifique que hemos perdido la ruta.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Empaque y despedida

Me encontré con doña Lina Moreno de Uribe, hace unos días, en las páginas de la revista Diners de agosto. Había escrito gozándose a todo sentir sobre lo mismo que a mí me angustiaba hace ya varios años: preparar el trasteo.

En lo corrido de mi existencia debí trastearme por lo menos una decena de veces, la mayoría entre ciudades. La noticia llegaba con muy poca anticipación, por lo que las cosas había que hacerlas rápido-rápido. Lo primero que debíamos hacer era conseguir cajas, tantas que, además de empacar lo propio de uso doméstico, alcanzaran para los libros.

El tiempo no daba margen para seleccionar entre lo útil y lo inservible, de modo que todo se iba, incrementando así el inventario de chécheres que algún día habrá que botar.

Doña Lina empieza por hacer el inventario. Asocia cada cosa con el recuerdo cubierto por la nostalgia y la alegría de lo que fue, que agrada y perdura. Son muchas las que arrastran la identidad del lugar donde las hubo, que al momento de empacarlas obligan a una pausa y tras un suspiro hacer el recorrido mental de aquel lugar y de sus gentes.

Es tal el encanto que transfieren esas cosas y el agradecimiento que guarda de ellas, que resuelve no abrir el cuarto de atrás, donde guarda los chécheres que hay que mandar a arreglar o botar, y que se guardan mientras siempre en el llamado cuarto de san Alejo. Que chévere me parece esta despedida de quien fue primera dama del país durante ocho años. Qué sencillez y qué profundidad de pensamientos esos de doña Lina. Es su cariño que se despide.

Pero todas esas cosas quedan como aquella mujer parada debajo del alero de un rancho, vista, al pasar el tren, por un viajero asomado por la ventanilla. Sólo en ese momento existió esa mujer para él; lo cual con un leve retraso o adelanto del tren no hubiera ocurrido. Igual si a la mujer la hubiera llamado alguien de adentro del rancho, momentos previos al paso del tren.

Esa mujer de un instante no tendrá jamás conciencia de la existencia de ese pasajero en la ventanilla, pues a diario sale del rancho y espera que pase el tren, sólo por verlo pasar o por el goce que ello le produce. Todos los pasajeros son indiferentes para ella, desconocidos.

Ella sólo ve la locomotora que corre veloz arrastrando esos vagones cargados de gentes, las que hoy van no vuelven a pasar, y si lo hacen, ella no guarda registro de esas caras en sus recuerdos. Se asoma a ver pasar el tren como por la madrugada sale a escuchar el trino de los pájaros y por la tarde para apreciar los colores del crepúsculo.

Todo esto existió para quienes leyeron la novela. Quienes no lo hicieron no tienen por qué recordarlo, además, porque tampoco existió. Así como la preparación del trasteo de doña Lina, que de eso supimos quienes lo leímos en la revista. Sólo son espacios recreados por las letras.